A Gabriel García Márquez, in memoriam.
No
no era el Arcángel
tampoco el presunto moribundo
que se despedía de la gente
desde las pantallas de Internet.
Aunque sí tenía alas
y -a la vez- un irreverente entusiasmo.
Con ellas y su poderosa imaginación
desplegó un mundo de prodigios
en torno de su mítica Macondo.
no era el Arcángel
tampoco el presunto moribundo
que se despedía de la gente
desde las pantallas de Internet.
Aunque sí tenía alas
y -a la vez- un irreverente entusiasmo.
Con ellas y su poderosa imaginación
desplegó un mundo de prodigios
en torno de su mítica Macondo.
(Hay quienes están
intentando
—con afán quijotesco—
que sustituya esa creación verbal
al nombre originario de su ciudad:
¿acaso la fantasía supera a la realidad?).
Sin duda fueron sus alas
las que llenaron de luz y magia
el duro escenario donde emergieron
y un día alcanzaron tal dimensión
—a pesar de ser tan humanas—
que fueron más allá de este mundo:
a la Macondo Celestial
donde todo es posible
y es allí donde él ha decidido disfrutar
—por una maravillosa temporada—
de su verdor y de su música
y de sus sabores incomparables.
—con afán quijotesco—
que sustituya esa creación verbal
al nombre originario de su ciudad:
¿acaso la fantasía supera a la realidad?).
Sin duda fueron sus alas
las que llenaron de luz y magia
el duro escenario donde emergieron
y un día alcanzaron tal dimensión
—a pesar de ser tan humanas—
que fueron más allá de este mundo:
a la Macondo Celestial
donde todo es posible
y es allí donde él ha decidido disfrutar
—por una maravillosa temporada—
de su verdor y de su música
y de sus sabores incomparables.
Quizá cien años le
sean pocos:
en esa Macondo no existe la soledad
que él tanto temiera
y que nunca
nunca lo alcanzara.
en esa Macondo no existe la soledad
que él tanto temiera
y que nunca
nunca lo alcanzara.