jueves, 27 de diciembre de 2012

RECORDÁNDOTE, BORGES




A J.L.B. In memoriam.

Una mujer te trajo a este mundo.
Otra te acompañó
hasta los umbrales del más allá.
Ciego fuiste aquí
-para leer aun en la oscuridad-
y -seguro- eres vidente
donde quiera que estés.
Luz y sombra fueron las espadas
con que enfrentaste 
los desafíos de la vida.

Esta ilusión de sobrevivirte
me sobrecoge a cada instante:
¿quién sobrevive a quién?
Te conocí en mi adolescencia
y -desde entonces-
leo y releo tus escanciados versos
y -con infructuosa paciencia-
busco el poema que te dedicara
cuando todo en vos se hizo inmortal.
Quizá tus fantasmales manos
están gestando con él
una merecida antología del olvido.

Mientras pienso y medito
en el ir y venir del tiempo
me doy cuenta
de que ya no es tu muerte
la que me apremia
ni la inmediatez de la conferencia
que tu fama te impidió dar
en la Córdoba de los setenta
a la que -iluso- pretendí asistir.
No es tampoco tu recuerdo
que -subrepticio- se deslíe
en esta evanescente evocación.

Sólo insiste en mi mente
-frente al prodigio de tus letras-
el saberte tan humano
que necesitaste una mujer
para venir al mundo
y otra para irte de él.
Ellas bastaron para tu vasta literatura.

No, Borges,
tu paradójico juego
de ser olvidado
nunca será posible.
Somos ya tres
-número que es semilla del infinito-
quienes lo vuelven ominoso:
aquellas dos mujeres
que prologaron tu futuro
-en esta y en la otra orilla-
y yo -tu oscuro lector-
que no sabiendo si tendré tu dicha postrera
soñaré con ese sueño
y -mientras la vida se me escapa de las manos
como ese poema que alguna vez te escribí-
también -a no dudarlo-
te aferraré a mi memoria.

  Rafael Roldán Auzqui

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